El punto de partida era un nuevo museo de arte, un edificio público y cultural que representase un cambio equilibrado en el desarrollo del barrio. En el barrio de Malmö existía la posibilidad de partir de una arquitectura industrial, al contar con la antigua fábrica del gas que data de 1900 y crear un museo con carácter informal y experimental que complementaría al principal museo de Estocolmo.

El mayor desafío (aparte de los plazo, 18 meses desde boceto a inauguración) supuso la necesidad de adaptar el edificio existente de ladrillo industrial a las actuales exigencias de normativa y seguridad climática para cumplir con los más altos estándares para las exposiciones de arte. La conclusión fue crear un edificio dentro de otro. Un anexo contemporáneo dentro de la cascara existente con el consiguiente reto profesional que supone.